El Revolucionario
Victor
Regalado
El revolucionario es la persona que se
entrega a la causa de la revolución, se organiza y participa en las tareas propias de la causa. Al revolucionario se le conoce por la nobleza de sus principios
y su práctica diaria con la familia, con sus compañeros en el trabajo, con sus
amigos, con los animales, con la naturaleza y con la sociedad. Ser
revolucionario es tener una actitud frente a la vida en la que se practican los
más altos valores que puede poseer un ser humano.
El revolucionario es un militante porque está convencido de que
es junto a los demás compañeros, en un estrecho abrazo de hermandad, que se van
forjando nuevos valores y construyendo una sociedad más justa. Claro, esto no
se logra de la noche a la mañana, es un trabajo arduo de toda una vida. No hay
que tener temor de decir que hay quienes se dicen revolucionarios, pero en
ellos todos estos valores dignos de un ser nuevo están sólo en los libros y no
los practican, se esmeran nada más en aparentar ser revolucionarios; la
sociedad de consumo los ha ido doblegando y contaminando con valores que nada
tienen que ver con los de la mujer y el hombre nuevos de que habla la
revolución. Hacen parte de una organización revolucionaria por intereses
personales.
Hay revolucionarios que son creyentes, tienen fe en que existe
un ser supremo, cualquiera que sea su religión, y hay revolucionarios que son
ateos. Para los primeros, si son cristianos, el mejor ejemplo es ese
extraordinario personaje de que habla la biblia: Jesús. Sea ésta una leyenda o
un hecho histórico -las leyendas son fuentes de la historia- Jesús llevó una
vida ejemplar, entregado a servir a los otros, luchando contra la opresión del
Imperio Romano, contra los ricos y los mercaderes. Su entrega a esa causa de
justicia lo llevó a dar la vida por ella. Para los budistas está Siddartha
Gautama, llamado El Buda, (el iluminado). Sidartha es un ser que llegó a un
grado tal de perfección espiritual que logró desprenderse del deseo de poseer
cosas materiales y vivió cada instante de su vida en armonía con todo lo que lo
rodeaba. Hay que señalar que para el budismo primigenio, El Buda no es un
ser supremo o Dios, era simplemente un ser humano en busca de la
perfección como persona y en armonía con todo lo que lo rodeaba. Un ser humano
nuevo. Por eso no hay, no puede haber contradicción entre un auténtico creyente
revolucionario y un auténtico revolucionario ateo. Claro está, la diférencia
estriba en el problema fundamental de la filosofía. Este problema podemos
resumirlo así: Creer o no creer en un ser supremo. Podemos decirlo de esta
manera : Dios creo al hombre y lo dotó de inteligencia. o así: Al
evolucionar el ser humano buscó respuesta a sus grandes preguntas existenciales
y para ello creo dioses, o un Dios que le diera respuesta.
Para los ateos, un magnífico ejemplo de revolucionario es
Ernersto Guevara, El Che. Al leer « El diario del Che en Bolivia»,
« Los pasajes de la revolución cubana », o cualquier libro del Che, o
ver y oír en YouTube algunos de sus discursos, nos damos cuenta de la dimensión
humana de ese hombre, y la razón por la cual le valió la canción en la que se
le nombra como San Ernesto de la Higuera. La Higuera es el lugar en donde fue
asesinado bajo ordenes de la CIA. Vale la pena para un revolucionario leer y
empaparse del pensamiento del Che, que rezuma sentimientos de bondad, de
humanidad y de humildad. Muy lejos del individualismo de la sociedad del mundo
capitalista.
Referente a esta situación de creyentes y ateos yendo por el
sendero de la revolución es bueno leer una larga conversación entre el fraile
dominico Frei Beto y Fidel Castro. Conversación resumida en el libro de Frei
Betto, « Fidel y la religión ». Ahí el lector encontrará afirmaciones como
estas: «Hay 10,000 veces más coincidencias entre el cristianismo y el comunismo
que entre el cristianismo y el capitalismo» Fidel; y «las sociedades
socialistas que crean mejores condiciones de vida para su gente están
inconscientemente cumpliendo con lo que nosotros, hombres de fe, consideramos
el proyecto histórico de Dios» Frei Betto. Ese creo, es el mejor
ejemplo de un revolucionario ateo y de un revolucionario creyente.
La ontología, significa, la « teoría del ser », y esta
nos lleva a la gnoseología. Ontología, teoría del ser; y gnoseología, teoría
del saber. La filosofía
marxista presenta este problema como idealismo y materialismo, dependiendo de
la respuesta que le demos. Se es materialista si se dice que el ser prima o
determina el pensar; si por el contrario se afirma que el pensar determina el
ser, se es idealista. Para un
creyente hay un ser superior que creo al ser humano y por eso, éste piensa y
toma conocimiento de la realidad. Para un marxista el pensamiento es el
producto fisiológico de la actividad eléctrica de las neuronas, propio de la
materia altamente organizada.
Pero ¡ojo!, la derecha ha manipulado estas dos palabras y
pintan al materialista como aquel tipo interesado que sólo piensa en cosas
materiales, y al idealista como el soñador ingenuo que no sabe lo que quiere y
no es realista. ¡Pero no!, no es así la cosa. Esa manipulación esconde una
maldad: la de querer hacer creer que los revolucionarios son malos e
interesados y los idealistas medio tontos, y ellos, la derecha, no. Total un
revolucionario termina siendo un soñador interesado, o un idealista
materialista. ¿Qué querrán decir? Pues nada, simplemente confundir,
enredar a la gente.
En efecto, en el diccionario existen las acepciónes de esas dos
palabras que dicen: materialismo, tendencia a dar importancia primordial a los intereses materiales.
Idealismo, aptitud de la
inteligencia para idealizar. Pero debemos tener presente que hablando de
principios filosóficos, hay estas dos otras acepciones:
- Idealismo, Condición de los sistemas filosóficos que
consideran la idea como principio del ser y del conocer.
- Materialismo, doctrina según la cual la única realidad es la
materia. Y de ahí el materialismo dialéctico y materialismo histórico de la
doctrina marxista.
Este problema fundamental de la filosofía, dos puntos de vista,
o dos grandes corrientes filosóficas, es un tema que se resuelve por sí solo,
con la muerte. Pero aquí está la maldad de confundir a la gente manipulando
esas dos palabras: Dios sabe lo que hace, de los pobres es el reino de los
cielos. Ven ustedes la maldad: desmovilizar a la gente para que no
reivindiquen sus derechos. Por eso sin duda Marx planteó que la religión es el opio
de los pueblos, y vista así, sin ninguna duda lo es. Pero ahora hay luchadores
sociales, creyentes, pastores, reverendos y reverendas, monjes y monjas,
frailes, que levantan la bandera de la teología de la liberación, y que
son verdaderas personas revolucionarias, y entonces ya no se puede decir
que la religión es el opio de los pueblos, sin establecer la diferencia.
Relato una anecdota que me hace reír y que ilustra muy bien la
maldad y picardía de la derecha: Yo iba en un bus interdepartamental, casi
llegábamos al destino, mucha gente ya se había bajado. Un tipo me saludó, yo
estaba distraido viendo por la ventana, pero al verlo correspondí su saludo, lo
conozco. Se sentó al lado y muy animado me dijo que iban a ganar las elecciones
de alcalde. «El pueblo necesita un gobierno municipal revolucionario», me dijo.
Y el alcalde actual, acaso no es revolucionario, le pregunté, sabiendo que era
un alcalde del FMLN. Me respondió: « Mire, hay dos clases de
revolucionarios: los que destruyen y los que queremos construir un nuevo país.
Antes yo no sabía, ahora sí, me he dado cuenta que en ARENA somos
revolucionarios, pero de los que construimos ». No hacía falta perder
tiempo discutiendo, en la campaña del 2009 lo vi en un camión gritando hasta
perder la voz con un megáfono, despotricando contra el FMLN y arengando a favor
de ARENA. Sonreí, él se levantó, había venido para decir hola. En la siguiente
parada bajo del autobús.
Llegar a construir un ser humanos con los valores de esos
personajes que hemos mencionado, es el sueño de todo revolucionario. Preguntémonos: ¿Puede
ser eso malo?, querer construir un ser humano en quien los valores de
solidaridad, respeto a la mujer, al prójimo, a los niños, a los animales, hagan
parte de su manera natural de ser. Trabajar cada día los valores personales
para ir dejando a un lado los falsos valores y la moral promovida por la
televisión y la publicidad, que empujan al ser humano al
individualismo y al consumo, y a pensar nada más en sí y para sí. El
revolucionario debe tener presente que el sistema económico del capitalismo
necesita del ser humano por dos razones fundamentales: La primera por su fuerza
de trabajo, y la segunda por su poder adquisitivo. Para el revolucionario el
ideal es construir una sociedad en donde los seres humanos puedan realizarse
plenamente como personas, vivir en armonía y compartir con equidad lo que se
obtiene de a naturaleza. Construir primero el socialismo y luego llegar al
comunismo.
La revolución no cuenta con caudales de
dinero, universidades, consultores que ganan fortunas para asesorar a la
derecha; pero cuenta con el ingenio, el esfuerzo, el sacrificio, y la capacidad
de hacer bien las cosas por amor a la causa revolucionaria. A la falta de
medios el revolucionario antepone su capacidad de trabajo e ingenio, y para eso
se mantiene en continua formación.
En este tiempo en que vivimos el
militante necesita tener una formación en informática, en ciencias de la
comunicación, en filosofía, en temas de actualidad social, científica,
lingüística, literatura, ciencias políticas, economía, leer acerca de la teoría
y práctica revolucionaria, conocer de primeros auxilios, saber manejar un coche,
un monta cargas, saber cocinar, y etc, etc. Pensemos por ejemplo en lo que es
capaz de hacer un pirata cibernético al servicio de la revolución, con un
simple laptop, y ni siquiera con un servicio de Internet en casa; solo, sentado
en un café o paseando por las calles de una zona industrial. He ahí el ingenio
del revolucionario.
Un revolucionario es sobre todo un
formador social que conquista nuevas voluntades para la causa, que educa a los
demás con su ejemplo y la palabra; y tiene el ingenio y formación para adecuar
la teoría y práctica revolucionaria al tiempo en que vive.
En los « Diez
consejos para los militantes de izquierda » de Frei Betto*, aparecen
estas líneas, que bien pueden ser un esbozo de lo que es un revolucionario:
« La izquierda actúa por principios. La derecha, por
intereses. Un militante de izquierda puede perder todo, la libertad, el empleo,
la vida. Menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y
representa. Le presta un inestimable servicio a la derecha.
Hay arribistas disfrazados de militante de izquierda. Es el
sujeto que se engancha apuntando, en primer lugar, a su ascenso al poder. En
nombre de una causa colectiva, busca primero sus intereses personales.
El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un
servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se
siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Él no se
confunde con la función que ocupa. »
*Fraile domínico, teólogo de la Teología de la liberación. En
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