Contrainjerencia - 5/05/12
La ONU insta al Gobierno de EE. UU. a que devuelva las tierras robadas a los indígenas norteamericanos como una de las medidas “más robustas” para mejorar la situación económica y social en las reservas de indios.
Un investigador especial de Naciones Unidas realizó una visita de 12 días a las poblaciones nativas de indígenas en Arizona, Alaska, Oregón, Washington, Dakota del Sur y Oklahoma, y sus conclusiones han sido negativas.
“En todos los lugares me ha sorprendido el sentimiento de pérdida, aislamiento e indignidad”, señala en un comunicado James Anaya, especialista de la ONU para los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Anaya relaciona la pobreza de los pueblos indígenas con la pérdida de sus tierras a principios del siglo XX, a menudo siendo víctimas de una estafa. Por eso el especialista reitera la necesidad de que el Gobierno de EE. UU. promueva programas de devolución de terrenos a las tribus.
Por otro lado, los indígenas estadounidenses sufren discriminación social en el ámbito laboral y en el educativo. De este problema también son responsables los medios de comunicación de masas, que crean una imagen negativa de esta minoría étnica, según lamenta Anaya.
Cerca de un millón de personas viven en las 310 reservas de los indios y sus ingresos per cápita son de unos 7.000 dólares al año, seis veces menos que el promedio del país. La esperanza de vida es de 50 años y se registra uno de los más altos números de suicidios (también entre adolescentes) de todo EE. UU.
La conclusión a la que llega el enviado de la ONU es que existe una falta de reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en EE. UU.
El fin de la visita de Anaya se produce antes de que el lunes arranquen en la sede central de la ONU en Nueva York las sesiones del Foro Permanente para Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.
AQUI FRAGMENTOS DE LA DECLARACION DEL RELATOR ESPECIAL
(…) En los últimos doce días, he escuchado testimonios que han puesto en evidencia el profundo dolor que los pueblos indígenas siguen teniendo debido a la historia de opresión que han vivido. Esta historia – que es ampliamente conocida pero a menudo olvidada – incluye el despojo de la inmensa mayoría de sus tierras y recursos, la remoción de niños de sus familias y comunidades, la ruptura de sus estructuras tradicionales, la pérdida de sus lenguas, el incumplimiento de tratados, y numerosos casos de brutalidad abierta, todo basado en conceptos de discriminación racial.
Resulta claro que esta historia no mancha solamente el pasado, sino que se traduce en una situación actual de desventaja para los pueblos indígenas del país. El trauma intergeneracional sufrido por las sociedades indígenas se siente profundamente y se manifiesta en los males sociales profundos que aquejan a los indígenas estadounidenses de una manera no experimentada por otros.
He escuchado un sinnúmero de relatos sobre los problemas actuales que enfrentan los pueblos indígenas como resultado de injusticias históricas, de problemas muy preocupantes de disparidades económicas, así como de salud, educación y de desarrollo. En todas mis consultas con los pueblos indígenas en los lugares que visité, se me recalcó que el sentimiento de pérdida, de enajenación y de indignidad, es un fenómeno generalizado en todo los territorios indígenas. Es evidente que aún no hay medidas adecuadas de reconciliación para superar las secuelas persistentes de la historia de opresión, y que falta mucho por hacer para sanar estas secuelas.
Yo creo que un paso importante para el proceso aún necesario de reconciliación es la declaración de apoyo del Gobierno de los Estados Unidos a la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas, y los Estados Unidos debería ser elogiado por unirse al resto de los países del mundo en su apoyo a este instrumento. La Declaración afirma los derechos humanos fundamentales en relación con las circunstancias históricas y contemporáneas particulares de los pueblos indígenas. Hace eco de los valores fundamentales, recogidos por la tradición constitucional estadounidense, de la autodeterminación, la igualdad, la toma de decisiones a nivel local y la propiedad segura, y el respeto a la identidad cultural. Los Estados Unidos también debe asegurar que las relaciones internacionales y las leyes que regulan las actividades empresariales que afectan a los pueblos indígenas de otros países sean consistentes con, y promuevan la aplicación de la Declaración.
También he escuchado acerca de las iniciativas tomadas por el Gobierno Federal en los últimos años para mejorar las condiciones de los pueblos indígenas, las cuales pueden considerarse como avances hacia la aplicación de algunas disposiciones de la Declaración. Éstas incluyen iniciativas para desarrollar políticas de consulta y espacios abiertos de diálogo con las tribus indígenas; para resolver las reclamaciones pendientes; para aumentar los fondos para los programas federales; y para mejorar la educación, el desarrollo económico, y mantener la ley y el orden en los territorios indígenas. Estas iniciativas se basan en algún tipo de reconocimiento importante ya existente, y en algunos casos de leyes, políticas y programas ejemplares que promueven los derechos de los pueblos indígenas en el país. Seguiré estudiando éstas y otras iniciativas, y en mi informé evaluaré detalladamente estos avances positivos.
Sin embargo, con base en la información que he recabado, es evidente que medidas más contundentes son necesarias para abordar los graves problemas que afectan a los pueblos indígenas de los Estados Unidos (incluyendo Alaska y Hawái), los cuales son problemas que tienen sus raíces en una historia oscura y compleja, cuyo legado no es fácil de superar. Medidas permanentes y concertadas son necesarias para desarrollar nuevas iniciativas y reformar las existentes, en consulta y en verdadera colaboración con los pueblos indígenas, conforme a la Declaración, con el objeto de fortalecer la autodeterminación y la capacidad de los pueblos indígenas en la toma de decisiones propias sobre sus asuntos en todos los niveles. La Declaración establece un nuevo fundamento para la comprensión del estatus y de los derechos de los pueblos indígenas, en la que las doctrinas jurídicas de la conquista y el descubrimiento deben ser desechadas como base para la toma de decisiones por parte de las autoridades judiciales y de otra índole.
He visto que muchas tribus en el país cuentan con instituciones de autogobierno y tribunales indígenas capaces, así como programas auto-administrados de desarrollo social y económico, los cuales han logrado éxitos importantes y, con un entendimiento y conocimiento de las realidades indígenas, que funcionan al mismo tiempo para promover y consolidar las culturas y los valores indígenas. Durante mi visita, he escuchado los llamados casi universales por parte de las naciones y tribus indígenas de todo el país para que el Gobierno respete la soberanía tribal, que la capacidad de los pueblos indígenas para controlar sus propios asuntos sea fortalecida, y que los numerosos obstáculos existentes para el ejercicio efectivo de la auto-determinación sean eliminados. Cabe señalar que la Ley de Violencia contra la Mujer (Violence Against Women Act), que se encuentra pendiente de reautorización ante el Congreso, contiene importantes disposiciones que reconocen la competencia de las tribus para procesar penalmente a los perpetradores de violencia contra las mujeres indígenas y hacerlos responsables por sus crímenes, lo cual es un buen paso para enfrentar este problema acuciante. Además, debe proporcionarse una financiación adecuada para garantizar el bienestar de los indígenas estadounidenses, de conformidad con las obligaciones históricas, especialmente en las áreas de salud, vivienda y educación.
No puedo terminar sin dar unos breves comentarios sobre los temas que he escuchado en relación con las tierras y los recursos de los pueblos indígenas en el país. La pérdida generalizada de las tierras de los pueblos indígenas y de sus recursos es un asunto bien documentado. Los efectos negativos de esta pérdida se han visto agravados por las actividades del pasado y aquellas en curso que disminuyen o amenazan a los territorios y recursos que aún mantienen y de los que dependen los pueblos indígenas. En todo Estados Unidos, las actividades extractivas del pasado realizadas sin controles y de manera irresponsable, tal como la extracción de uranio en el suroeste, han tenido como resultado la contaminación de fuentes de agua y de otros recursos de los pueblos indígenas, y han resultado en numerosos casos documentados de efectos negativos sobre la salud de los indígenas estadounidenses.
En Alaska y el noroeste del Pacífico particularmente, me enteré de cómo los pueblos indígenas siguen dependiendo de la caza y recolección de la fauna y de la pesca de los recursos marinos, y cómo el mantenimiento de estas actividades de subsistencia es esencial tanto para su integridad física como para su supervivencia cultural, especialmente en regiones aisladas. Sin embargo, los pueblos indígenas me informaron que enfrentan amenazas cada vez mayores a sus actividades de subsistencia debido a un aumento creciente de intereses que entran en conflicto con estas actividades, y en algunos casos, debido a la realización de actividades extractivas incompatibles sobre esas tierras y recursos. En Alaska, los pueblos indígenas denunciaron sobre un aparato regulador estatal demasiado complejo y restrictivo que impide el acceso a sus recursos de subsistencia.
También he escuchado muchos relatos sobre la importancia de los lugares considerados como sagrados por los pueblos indígenas, lugares como los Picos de San Francisco en Arizona y los Black Hills de Dakota del Sur, que contienen un profundo significado religioso y cultural para las tribus. Durante mi visita, los pueblos indígenas me informaron que tienen muy poco control sobre lo que sucede en estos lugares, y que las actividades llevadas a cabo en sus alrededores, a veces afrentan contra sus valores y creencias.
Es importante señalar, en este respecto, que la garantía de los derechos de los pueblos indígenas a sus tierras es de vital importancia para el desarrollo socioeconómico, la autodeterminación y la integridad cultural de los pueblos indígenas. Deben continuarse los esfuerzos para resolver, aclarar y reforzar la protección de las tierras, recursos y sitios sagrados indígenas.
Más allá de estas observaciones iniciales, estaré elaborando observaciones y recomendaciones más detalladas en mi informe al Consejo de Derechos Humanos. Como había mencionado anteriormente, mis observaciones y recomendaciones tendrán como objetivo identificar buenas prácticas y las reformas que sean necesarias en consonancia con la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Espero que este proceso contribuya a garantizar que los pueblos originarios de este país puedan continuar prosperando y manteniendo sus distintas formas de vida como lo han hecho durante generaciones a pesar de los desafíos significativos que enfrentan, preservando de esa manera esta parte fundamental de la historia de Estados Unidos y enriqueciendo la sociedad estadounidense para el beneficio de todos.”
http://unsr.jamesanaya.org/esp/visit-to-usa/declaracion-del-relator-especial-al-concluir-visita-a-los-estados-unidos